martes, 18 de octubre de 2016

Conociendo la Habana Vieja: La Plaza de Armas

  Conociendo la Habana Vieja: La Plaza de Armas

Hola, con esta publicación continuo compartiendo contigo desde las páginas del blog de Casa Castellón, una serie de trabajos sobre la Habana Vieja. Esta vez conversaremos sobre una de sus plazas, el sitio fundacional de esta Ciudad Maravilla, la Plaza de Armas.



Según cuenta la tradición, los hombres se reunieron para celebrar su primer cabildo bajo una frondosa ceiba muy cerca del litoral. Una vez organizado el gobierno, la exigua población decidió celebrar allí la primera misa, para aunar así la voluntad de los hombres y la de Dios en el deseo de un feliz futuro a la nueva población. La ceiba inicial ha sido renovada por generaciones sucesivas de habaneros que mantienen viva la tradición de reunirse allí, en la fecha que marca el aniversario de la fundación de la capital cubana. Cada 16 de noviembre, personalidades de distintas esferas sociales, visitantes y pueblo en general, dan a la ceiba tres vueltas solemnes y prometedoras al pedir, en silencio, nuevas venturas para el año venidero.

Esta fue nuestra primera plaza. La Plaza de Armas, frente a aquella ceiba inicial,devenida leyenda y tradición, se delimitó la primera plaza de la villa y desde ese lugar hacia el sur, a lo largo del litoral portuario, las casas de los primeros pobladores. La construcción del Castillo de la Real Fuerza, en una parcela contigua, otorgó a la plaza su nombre definitivo, al ser utilizado su espacio para la realización de ejercicios militares.

Ya a partir de 1584, la población comenzó a llamarla Plaza de Armas. En 1828 se inauguró en sus alrededores El Templete, símbolo de la fundación. Por esta misma época se colocaron cuatro fuentes de mármol blanco y, al centro, una estatua del Rey Fernando VII, obra del artista español Antonio Sola. En 1955, la estatua del monarca sería sustituida por la de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria.

Totalmente restaurada, la Plaza de Armas ofrece hoy al visitante la estampa viva y latente de la otrora sociedad colonial, a la vez que hace gala de una intensa actividad cultural y atractivas ofertas al visitante. Entre los edificios más sobresalientes que la rodean se encuentran El Palacio del Segundo Cabo, construido hacia 1772, y el Palacio de Gobierno, distinguido y augusto, terminado veinte años después.

Del Palacio del Segundo Cabo se destaca el carácter elegante de sus fachadas, coronadas con elementos que se han señalado como provenientes del barroco gaditano. En el zaguán y el patio, el tipo de arcos y otros detalles arquitectónicos evocan remotos orígenes mudéjares, incorporados al barroco por arquitectos andaluces. Este bello edificio es hoy la sede del Instituto Cubano del Libro, con sus Galerías de Arte, Librerías y una amplia programación de actividades tales como presentación de nuevos títulos, homenajes a personalidades representativas del libro y la literatura o conferencias relacionadas con ellos. 


La oferta de libros se amplía con numerosos stands situados en las calles de la plaza, en los cuales se pueden adquirir novedades o libros raros y valiosos.

En los suntuosos salones del Palacio de los Capitanes Generales, edificación más representativa del entorno, está el Museo de la Ciudad; en él se atesoran objetos de incalculable valor: la primera bandera cubana traída a la Isla por Narciso López, pertenencias de próceres de la Patria como José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo; importantes muestras de vajillas, muebles o utensilios característicos de la época colonial.

En las calles colindantes a la plaza se encuentran también otras significativas instituciones como el Museo de Historia Natural -muy visitado por los escolares- y la Biblioteca municipal "Rubén Martínez Villena". Especial atractivo brindan a este entorno el Hotel Santa Isabel, la Casa del Agua, lugar de peculiar interés y encanto o el restaurante La Mina. Todo lo señalado quizás sería suficiente para garantizar la vitalidad de este sitio, célula matriz a partir de la cual se desarrolló la que se convertiría en la urbe de mayor esplendor y majestuosidad del Nuevo Mundo; pero hay más: el ambiente que se ha creado en la plaza nos transporta, en maravilloso viaje a través del tiempo, hasta siglos atrás.


Transeúntes vestidos a la usanza de la época, coches que se deslizan por sobre las calles adoquinadas, comunican a la plaza de la Fundación, junto con su estatua, sus fuentes y sus árboles, la posibilidad del encuentro con una realidad insospechada: un pasado traído al presente por el arte de los restauradores, por la voluntad consciente de mantener vivas las raíces para que crezcan hacia el futuro.

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