San Cristóbal de La Habana fue la última de las siete
villas fundadas en la isla de Cuba por el adelantado Diego Velázquez.
Primeramente la aldea se asentó en la desembocadura del
antiguo río Mayabeque, el 25 de julio (día de san Cristóbal) de 1515.
Posiblemente a La Habana se le dio el nombre de San Cristóbal, no dejaría de
concurrir, como dice Arrate, el de obsequiar con la memoria y título de este
santo mártir, al almirante Diego Colón, por haber tenido su padre este mismo
nombre.
El nombre de Habana se debe a que la aldea se asentó en
la provincia india de este nombre. La razón de haberse fundado en la costa del
Sur, fué porque en aquel entonces los descubrimientos que se hacían, y empresas
que se iniciaban, eran hacia el Sur de la Tierra Firme, donde se facilitaba
mejor el comercio con todas las partes descubiertas.
Diego Velázquez- realizó la primera fundación de La
Habana en el año 1515, en tierras ubicadas al sur de su localización actual,
hoy ocupadas por el Surgidero de Batabanó.
El 16 de noviembre de 1519, a la sombra de una Ceiba que por allí existía, casi frente al mar, se celebró la primera misa y el primer cabildo, y se declaró fundada la villa, con el nombre de San Cristóbal de La Habana.
Mucha gente se ha preguntado siempre, y continúa preguntándose, por qué nuestra capital fue en sus orígenes fundada con el nombre de villa de San Cristóbal de La Habana.
Habría que comenzar por explicar quién es San Cristóbal, y para ello no queda otro camino que remitirse a la hagiografía cristiana. Según se cuenta, Cristóbal fue un hombre nacido en la antigua tierra de Caanán, Asia Occidental, entre el Mediterráneo y el río Jordán donde destacaba entre sus compatriotas por su gigantesca estatura, la cual, según asegura la leyenda, fue de unos doce codos de altura, lo que significa mucho más de dos metros. Mientras se encontraba al servicio del rey de su país, un día se dijo a sí mismo que, en realidad, él debería servir no a su rey, hombre ambicioso y mortal, sino al señor más poderoso de la Tierra.
A consecuencia de las plagas de insectos y de reconocerse malsano dicho sitio, sobre todo para los recién nacidos, se trasladó a poco la villa a la desembocadura del río Casaguas (hoy Chorrera o Almendares). (4) En 1519 se hizo la traslación desde la Chorrera, que conservó por algún tiempo el nombre de Pueblo viejo, al punto donde hoy se halla; conociéndose desde entonces por La Habana, pues antes solo se decía Villa de San Cristóbal.
Años más tarde, en 1519, la ciudad devenida capital colonial en 1589, encontró asiento definitivo al norte de la región occidental de la Isla, al lado de una bella bahía de bolsa, muy abrigada y conveniente para puerto y asentamientos humanos.
Hoy por hoy es el principal polo turístico del país. Hoteles de lujo, hostales confortables, cabaret famosos y restaurantes con la más variada gastronomía, tanto autóctona como internacional, pueden satisfacer al gusto más exigente. Además, un rosario de pequeñas playas, de blancas y finas arenas, están a disposición de los bañistas todo el año, al este de la ciudad, a escasos minutos de su centro urbano.
La Habana ha sabido conservar, como pocas ciudades americanas, el patrimonio arquitectónico de su pasado colonial, que el viajero no se cansa de admirar.
Palacios, mansiones coloniales, plazas, calles adoquinadas, iglesias, antiguas fortalezas, viejos muros...
La hoy llamada Habana Vieja, por donde empezó a gestarse la urbe, es uno de los conjuntos arquitectónicos mejor conservados de América. Posee 88 monumentos de alto valor histórico-arquitectónico, 860 de valor ambiental y 1760 construcciones armónicas, la Habana Vieja no es una pieza de museo, ni se restaura a la manera de un set cinematográfico. Es una comunidad bullente en la que habitan unas 100 000 personas, interactuando vivamente con su medio.
La Habana, en general, incluida su área moderna, tiene un entorno humanista que genera calidez y acercamiento entre las personas. El Cielo azul, el Sol y el Mar, de presencia muy entrañable para sus habitantes, nunca dejan de estar en contacto con el hombre, haciéndolo más sencillo, alegre y fraterno.
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