Un país es más que una ciudad y Cuba es mucho, muchísimo más que La
Habana, Varadero o los Cayos. Estos son algunos de los rincones para que el
viajero (verdadero) pueda presumir de conocer bien la isla. Desde ascender a su
pico más alto hasta alimentar tiburones en las cálidas aguas caribeñas o
alojarse en la casa particular de un cubano. También podremos pasearnos a
caballo entre cafetales, vivir ritos africanos ancestrales o descubrir que aquí
están algunos de los mejores fondos submarinos del planeta. ¡Cuba es
mucha Cuba!
01 Cima en el pico Turquino (Sierra
Maestra)
Alcanzar la cima del pico Turquino, el más alto de la isla con 1.972
metros, es un raro privilegio. Pocos se animan a esta caminata fuera de ruta,
pero tiene recompensas (y muchas). Los guías son obligatorios para emprender
esta dura excursión de dos a tres días por los empinados bosques de la sierra
Maestra, que sirven a la vez de clase de historia, sendero natural y
espectacular enclave de observación de aves. De subida, los entusiastas
revolucionarios deben hacer un desvío al que fuera cuartel general de Fidel
Castro en la jungla durante la guerra.
La ascensión suele comenzar en Las Cuevas, en la remota carretera litoral,
130 kilómetros al oeste de Santiago, o desde el otro punto de la ruta, Santo
Domingo, desde donde la subida es más rápida, cómoda y con mejores
comunicaciones con el resto de la isla.
A los aventureros que, además de subir montañas, disfruten de sumergirse,
en esta zona se encuentra hundido el crucero español Cristóbal Colón, que se
hundió en 1898 a solo 30 metros de la costa próxima a La Mula. Es el pecio más
grande del país, un vestigio de la guerra entre Cuba, Estados Unidos y España,
y solo hacen falta unas gafas y un tubo para verlo.
02 Senderismo con sorpresa (Baracoa)
Sobre colinas y apartada en el extremo más oriental de la provincia de
Guantánamo se encuentra Baracoa, un pequeño enclave histórico que resulta
extraño incluso para Cuba por su cambiante clima atlántico, sus excéntricos
habitantes y su deseo de ser diferente. En Baracoa se puede ver a los lugareños
escalar a los cocoteros, escuchar a las bandas tocar kiribá (versión local del
son cubano) y, sobre todo, disfrutar de su gastronomía picante, pesada e
imaginativa.
Para bajar la comida hay diversas opciones, pero la mejor es recorrer
alguno de sus enclaves naturales, esos que muy pocos viajeros se animan a
descubrir. En este remoto extremo del país está el parque nacional de Alejandro
de Humboldt, el más espectacular y diverso de los parques nacionales cubanos,
bautizado en honor del explorador alemán, que visitó el lugar por vez primera
en 1801. Desde 2001es patrimonio mundial y sus escarpadas montañas alfombradas
de pinares y sus brumas matutinas protegen un ecosistema completamente original
que, según la Unesco, es “uno de los enclaves insulares tropicales más diversos
biológicamente del mundo y sin duda el hábitat más diverso del Caribe por su
vegetación”.
La reserva tiene sorpresas naturales como Salto Fino, la cascada insular
más alta del Caribe, desconocida incluso para la mayoría de los cubanos. La
encontramos rodeada de espesa selva tropical, inaccesible por carretera y rara
vez visitada a pie. No fue medida y cartografiada hasta 1966 y la primera
expedición científica que abrió un agreste sendero entre la maleza hasta ella
se hizo hace apenas 20 años, en 1996.
03 Dar de comer a los tiburones
(Camagüey)
No es occidente ni oriente. Camagüey es una provincia cubana a
contracorriente, una región que pasa de habaneros y santiagueros y va a su
aire. Los viajeros que recorren la isla paran sobre todo para ver su capital,
Camagüey, una ciudad de antiguos piratas, tinajones de barro, iglesias y calles
laberínticas que nos recordarán a una medina marroquí pero con iglesias
católicas, plazas escondidas y secretos artísticos en cada rincón.
El resto de la provincia mezcla ambientes puramente cubanos, como los de
sus ciudades azucareras, con espacios naturales que merecen una escapada, como
los archipiélagos que la flanquean, casi vírgenes, perfectos para entusiastas
de la naturaleza. Santa Lucía, al norte, es una aislada playa de arena blanca
con algunos resorts que rivaliza con Varadero por la más larga de Cuba. Refugio
de submarinistas, cuenta con uno de los mejores arrecifes de coral de esta
costa y hasta 35 puntos para practicar inmersiones con pecios y abundante fauna
marina. Uno de los atractivos turísticos de la zona, aunque no practiquemos buceo,
es ver cómo los instructores de submarinismo alimentan a los tiburones (cuando
los hay) entre junio y enero.
04 Dormir en Santa Clara en una casa
palaciega (particular)
Otra aventura siempre apasionante es la de conocer a los cubanos, mezclarse
con ellos y alojarse en sus casas. Es fácil si estamos dispuestos a renunciar a
alguna de las comodidades que nos brindaría un hotel convencional. A cambio,
podremos tener experiencias únicas, como las de compartir una botellita de ron
con el propietario en un porche colonial con una música alegre de fondo, o
disfrutar de una larga tertulia entre amigos. Es la Cuba más espontánea.
La mayor oferta de casas particulares en alquiler se encuentra en La Habana
y, en Santa Clara, las más “palaciegas”. Las habitaciones privadas son la mejor
opción para viajeros independientes y una forma excelente de conocer la vida
cotidiana de los cubanos. Los propietarios suelen ser guías turísticos
excelentes.
Las casas se reconocen por el cartel azul de Arrendador Divisa colgado en la
puerta. Están disponibles por todo el país (más de mil en La Habana, más de 500
en Trinidad), son baratas y aunque en algún caso los propietarios tratan de
sacar todo el provecho (y todas las divisas) de sus huéspedes, en general son
amables y acogedores. La mayoría sirven también desayunos y cenas por un
suplemento, aunque si lo que queremos es ducharnos con agua caliente, deberemos
pedirla con antelación.
05 Redescubrir la gastronomía cubana (
La Habana)
En la actualidad asistimos a una audaz revolución culinaria en la isla: los
cubanos no quieren quedarse atrás cuando el resto de países latinoamericanos
están redescubriendo el valor de la gastronomía como seña de identidad.
Desde 2011, cuando las nuevas leyes de privatización destaparon la olla
creativa, hay una revolución culinaria en marcha. El país ha redescubierto sus
posibilidades con un sinfín de nuevos restaurantes que experimentan con
especias, fusión y una grata reevaluación de su cocina nacional. La Habana
lidera el panorama por número y variedad de locales, pero también por servir
los platos más creativos de la isla; Viñales ofrece las mejores recetas tradicionales,
como su famoso cerdo asado; en Trinidad se han abierto en los últimos años más
de 90 nuevos restaurantes privados y la apartada Baracoa destaca por su
originalidad regional y por servir la cocina más condimentada y dulce.
Prueba de este resurgir son algunos restaurantes habaneros donde se come
cada vez mejor, como el Café Laurent, el Rancho Blanco, Le Chanssonier, la
Moneda Cubana o La Guarida, pionero de la nueva cocina cubana y muy popular
porque acogió el rodaje de la película Fresa y chocolate.
06 Por los cayos en plan Robinson (Isla
de la Juventud)
Una de las excursiones típicas desde La Habana es ir a la Isla de la
Juventud. Refugio de prófugos, piratas y gánsteres –entre sus pinos se han
ocultado muchos fugados de la justicia–, es una zona como parada en el tiempo
que en su día acogió famosas escuelas a las que acudían estudiantes
extranjeros. Eso sí, actualmente atrae, sobre todo, a buceadores, artistas,
aventureros e inconformistas. Junto a la isla está el Cayo Largo del Sur, con
sus playas paradisiacas de estilo caribeño y otros refugios remotos y
escurridizos, como los cayos de San Felipe. A estos parajes casi vírgenes solo
se puede llegar en excursiones organizadas desde Cayo Largo o desde la Isla de
la Juventud. Este pequeño conjunto de diminutos islotes está deshabitado y solo
algún que otro investigador medioambiental se deja caer por ellos. Son lenguas
de arena repletas de manglares, donde habitan tortugas y numerosas especies de
aves.
La principal razón para visitar el lugar es el submarinismo, pues la zona
cuenta con hasta 22 puntos de inmersión casi sin gente. Las islas son
irresistibles y los fondos aún más. Incluso se puede organizar un viaje de
varios días navegando por los diferentes cayos. Informan de ello en la Marina
Internacional de Cayo Largo o en el Hotel Colony de Pinar del Río.
07 Playas y cine pobre (Gibara)
Antes de la invasión de tumbonas y chiringuitos a pie de playa, Colón
describió este tramo de la costa norte de la isla como “el lugar más hermoso en
el que se habían posado sus ojos”. Hoy, en general, los visitantes siguen
estando de acuerdo. Son playas muy populares como destino turístico porque no
le faltan razones: arenales tropicales, frondosas colinas verdes y arrecifes
coralinos de abundante actividad marina. Un litoral silueteado de playas
idílicas (y complejos turísticos) más extenso que Varadero pero menos aislado
que Cayo Coco. Además, el mundo rural no queda muy lejos de sus referencias más
famosas: Playa Pesquero, Playa Esmeralda y Guardalavaca, todas con fantásticas
posibilidades para el buceo en aguas claras y poco profundas.
Para los más curiosos, desde estas playas se puede dedicar una jornada al
interior para conocer Gibara, un lugar comparable solo a Baracoa, donde la
geografía, la meteorología y la cultura han conspirado para crear algo
impetuoso y único. Allí, cada mes de abril se celebra uno de los festivales de
cine más originales del mundo: el Festival Internacional de Cine Pobre, que
congrega a directores de todo el mundo. Todo lo que le falta de glamour, lo
suple con nuevos talentos emergentes.
08 Los secretos del Abakuá (Matanzas)
Una de las experiencias que más llama la atención a quienes recorren Cuba
es la relación de sus habitantes con otras culturas y religiones africanas. En
Matanzas, la Atenas cubana, podremos buscar los secretos del abakuá, uno de los
pocos cultos de origen africano que todavía sobreviven. En plena fase de
renovación, se está lavando la cara a sus plazas, bulevares y malecón, incluso
se está construyendo un Palacio de la Rumba, ya que en esta ciudad nació este
género musical. Pero una de sus señas de identidad es el abakuá, una sociedad
secreta masculina que utiliza simbólicamente el leopardo africano como muestra
de poder. El abakuá es una complicada mezcla de iniciaciones, bailes, cantos y
tambores, ceremonias que dan fe de la supervivencia de la cultura africana en
Cuba desde la época de los esclavos.
En La Habana hay algunos sitios ligados a la santería y las religiones
africanas de visita casi obligada. Por ejemplo, el Callejón de Hamel, donde
además de vistosos murales callejeros y psicodélicas tiendas de arte se
encuentra el templo supremo de la cultura afrocubana del Centro Habana. Allí
podremos escuchar la frenética rumba que arranca cada sábado en torno a mediodía.
Hay otras dos referencias habaneras más que nos llevarán al mundo de la
santería: uno es Regla, un barrio al otro lado del puerto, frente a la Habana
vieja, cuya popular iglesia está siempre abarrotada tanto de devotos católicos
como de otras tradiciones africanas. El otro punto de obligada visita es
Guanabacoa, un pequeño municipio engullido por la gran ciudad que sin embargo
conserva un aire algo bucólico de pueblo pequeño. Los autóctonos lo llaman el
pueblo embrujado por sus fuertes tradiciones santeras, aunque también hay
conexiones indígenas. Podemos, por ejemplo, ir a comer al Centro Cultural
Recreativo los Orishas, donde muchos fines de semana ofrecen rumba en directo y
una buena selección de comida en un jardín rodeado de estatuas de deidades de la
santería.
En Santiago podemos conocer también los secretos del Palo Monte, culto
diferente a la santería, pues mientras que esta gira en torno a sus deidades,
el Palo Monte rinde culto a los ancestros y a la creencia en poderes terrenales
naturales, como el agua, las montañas y sobre todo, los palos. El viajero sabrá
que está en un templo dedicado al Palo Monte cuando vea en el altar un caldero
repleto de palos, piedras y huesos de difuntos, a menudo con un crucifijo
encima. Sus bastiones son Santiago de Cuba, Regla y Guanabacoa, Matanzas, Bahía
Honda y Palmira (Cienfuegos).
09 Parrandas y lujo colonial (San Juan
de los Remedios)
Camino de convertirse en pocos años en el segundo destino de Cuba,
Remedios, pintoresca ciudad colonial cercana a los cayos del norte, se está
desarrollando a gran velocidad. Hay que visitarla ya si queremos disfrutar de
sus encantos sin demasiado trasiego de turistas. La región es famosa por el
legado del Che Guevara y porque en Remedios se celebra en Nochebuena la fiesta
popular más desenfrenada del país: las parrandas.
Remedios fue el segundo asentamiento más antiguo de Cuba (1613) y tiene un
encanto evidente, a pesar de que no suele figurar en los itinerarios que hacen
los turistas por ciudades tradicionales cubanas. Una olvidada joya colonial que
alberga, no obstante, algunos de los mejores hoteles boutique de Cuba, a los
que probablemente se sumarán algunos más en breve tiempo. Entre este tipo de
alojamientos podemos decidirnos por La Estancia, construida en 1849, con un exquisito
mobiliario, magníficos techos con vigas vistas, un elegante salón con piano y
cuatro habitaciones en torno a la única piscina de la ciudad. Otra buena
elección es el hotel Mascotte, con tres pisos en torno a un patio interior
emparrado y toda la elegancia de la cuba de antaño, ubicado junto a la plaza
principal. Recrea a la perfección el estilo colonial de Remedios.
10 Visitar un ‘ecopueblo’ (Las Terrazas)
La austera y blanca villa de Las Terrazas ya practicaba un estilo de vida
respetuoso con el medio ambiente mucho antes de las urgencias del Período
Especial o de la apuesta de prácticas ecológicas en el mundo exterior.
Actualmente sigue como siempre: tranquilo, confiado y, sobre todo, sostenible.
Todo comenzó en 1968, cuando el incipiente movimiento verde no era más que un
grupo de protesta formado por estudiantes con melena y trenca. Los proféticos
cubanos –preocupados por el coste ecológico de la deforestación– dieron con una
buena idea. Tras salvar hectáreas de bosque después un desastre ecológico, un
grupo de esforzados trabajadores construyeron su propio pueblo ecológico, Las
Terrazas, y acogieron en él a artistas, músicos, cultivadores de café y el
singular hotel Moka, respetuoso con el medio y considerado como el resort
ecológico más genuino del país.
Esta comunidad, de unos 1.200 habitantes, es un complejo autosuficiente y
sostenible donde hay tiendas de artesanos, un restaurante vegetariano y el
mencionado alojamiento, y donde se practican técnicas agrícolas de cultivo
ecológico a pequeña escala. Cercana a La Habana y Varadero, Las Terrazas tiene
docenas de plantaciones medio ocultas por la selva, mientras que en la cercana
localidad de Artemisa podemos ver el Antiguo Cafetal Angerona, mayor y más
refinado, aunque igual de maltrecho; aquí donde llegaron a trabajar 500
esclavos. Llegar hasta aquí es una forma de contemplar la Cuba más rural y
auténtica. En su día fue uno de los primeros cafetales de Cuba; hoy es
Monumento Nacional. La finca aparece en novelas de Alejo Carpentier o James A.
Michener. Tranquilo y pintoresco, parece una ruina romana de la actualidad.
El proyecto medioambiental de Las Terrazas tuvo tanto éxito que en 1985 la
cercana Sierra del Rosario, en los alrededores del pueblo, fue la primera
Reserva de la Biosfera de la Unesco en Cuba. La zona funciona también como
centro de educación medioambiental y de investigación ecológica.
11 Espeleología y escalada (Viñales)
El Valle de Viñales ha sido escogido como una de las mejores regiones para
viajar en 2016 por los viajeros de Lonely Planet. En los 150 kilómetros
cuadrados que abarca este parque nacional no encontremos solo flora, fauna y
paisajes. Aquí viven 25.000 personas, repartidas en una serie de enclaves
salpicados de mogotes, donde se cultiva café, tabaco, caña de azúcar, naranjas,
aguacates y plátanos. Viñales acoge tanto a algunos de los pueblos más antiguos
de Cuba como a los nuevos deportes que se practican en la naturaleza, como, por
ejemplo, la espeleología en la Cueva de San Miguel, situada a las puertas del
valle de San Vicente, o en la Cueva del Indio, muy popular ente los turistas.
Todavía queda mucho todavía por hacer para que la zona se consolide como
destino de peregrinaje para espeleólogos, pero las posibilidades son infinitas.
Prueba de ello es la Gran Caverna de Santo Tomás, en Moncada, al oeste del
valle: se trata del mayor sistema cavernario de Cuba (y segundo del continente
americano), formado por ocho niveles y más de 46 kilómetros de galerías, de los
que uno está abierto a visitantes.
El parque nacional ofrece muchas excursiones oficiales, pero no siempre se
puede conseguir un guía, requisito indispensable para hacer determinadas
actividades. Salpicado de escarpados mogotes y dotado de unas espectaculares
vistas, Viñales es también un auténtico paraíso para escaladores de todo el
mundo, que acuden a este lugar desde hace más de una década, aunque se trate de
una práctica deportiva no autorizada todavía por el Gobierno cubano. No hay
mapas impresos ni ningún tipo de información oficial al respecto, así que los que
quieran escalar en esta zona pueden consultar la web Cuba Climbing y comprar
online la guía de escalada local. Eso sí, mientras se ultima la regularización
de la actividad, cabe recordar que nos encontramos en un parque nacional y sin
la existencia de una normativa específica al respecto se puede dañar la flora y
ecosistemas amenazados, por lo que se debe proceder con precaución y cautela al
practicar dicha actividad. Tampoco existen centros donde alquilar material ni
dispositivos de seguridad y rescate adecuados en caso de accidente (cada
viajero acude por su cuenta y riesgo), pero el valle cuenta ya con excelentes
vías cortas de escalada deportiva, como la conocida Wasp Factory (dificultad
7b), así como líneas que surcan muros más altos en varios largos de cuerda,
como la pionera Mr. Mogote (200 metros, 4 largos, 7a+).
12 Exploración en aguas vírgenes
(Jardines de la Reina)
El mejor ejemplo de todo lo que está por descubrir en Cuba lo encontramos
en los Jardines de la Reina, un parque marino ubicado en el centro de la costa
septentrional de la isla, que cuenta con espacios vírgenes prácticamente
intactos desde la época de Colón. Se trata de un bosque de manglares de 120
kilómetros de longitud y una isla con sistema coralino, a unos 80 kilómetros al
sur del litoral de la provincia de Ciego de Ávila (las Islas Caimán quedan 120
kilómetros hacia el norte). No existe una población permanente en la zona y los
visitantes deben alojarse en el hotel flotante La Tortuga, un barco de dos
pisos y siete dormitorios, o entrar por el puerto de Embarcadero de Júcaro.
Dentro del agua la principal atracción son los tiburones (ballena y martillo),
que junto a corales y aguas cristalinas atraen a submarinistas de todo el
planeta.
Llegar a los jardines no es fácil ni barato. Hay excursiones organizadas
que incluyen el equipo, el alojamiento, el permiso del parque y las
inmersiones. Otra opción es navegar desde Cienfuegos.
13 Pasión por la pelota (La Habana)
En la Cuba revolucionaria se quedaron para siempre muchas cosas de los norteamericanos,
pero la más destacada es su pasión por la pelota (el béisbol), mayor incluso
que por el fútbol. El béisbol es, realmente, el deporte rey, y el mejor lugar
para comprobarlo es el Parque Central de la Habana, un diminuto espacio verde
presidido por la estatua de José Martí que sirve como refugio para escapar del
ruido de los autobuses y taxis que circulan por el paseo de Martí (Prado). En
este microcosmos de la vida cotidiana en La Habana es fácil reparar en un grupo
de aficionados al beisbol que se reúne en la famosa Esquina Caliente para
hablar de tácticas y de las posibilidades de los equipos de La Habana en las
eliminatorias.
El país vive momentos de auténtica pasión durante la temporada, de octubre
a marzo, y llega a su punto álgido en abril con las series finales. La afición
se desborda en la plaza principal de las capitales de provincia, donde los
aficionados debaten hasta el mínimo detalle de los partidos en las llamadas
peñas deportivas o esquinas calientes.
14 De pesca con Hemingway (Cayo
Guillermo)
El escritor americano no estaba equivocado. Cuba era su paraíso para pescar
y es el de muchos aficionados porque, gracias al paso de la rápida corriente
del Golfo por la costa norte de la isla, la pesca deportiva puede practicarse
casi todo el año. Está garantizada la captura de pez vela, atún, caballa, pez
espada, barracuda, marlín azul y tiburón. Pescar en aguas profundas es una
manera de relajarse, hacer amigos, beber cerveza, ver puestas de sol y
olvidarse de los problemas. Y si llevamos para releer El viejo y el mar, de
Hemingway, más todavía.
El mejor centro de pesca de Cuba es Cayo Guillermo una pequeña isla de la
costa norte, accesible en excursión desde el turístico Cayo Coco. Otra buena
apuesta es La Habana, que tiene dos puertos: Taraná y, hacia el oeste, Marina
Hemingway. En el resto de la isla hay otros muchos puntos para hacer una
inmersión en aguas profundas.
Otra escapada para pescadores mitómanos es acercarse a Cojimar, pequeña
ciudad pesquera ubicada a 10 kilómetros al este de La Habana, famosa porque
aquí se encuentra atracado El Pilar, el yate de pesca de Hemingway, a bordo del
que se paseaba por estas aguas en los años 40 y 50 del siglo pasado. Su casa,
Finca Vigía, es hoy un museo que se conserva tal y como estaba cuando el escritor
vivía en ella, con sus libros, discos y miles de cachivaches. Podremos ver
incluso la piscina donde Ava Gadner se bañó una vez desnuda.
15 El Valle de los Ingenios (Trinidad)
En 2014, la ciudad de Trinidad cumplió 500 años de historia, desde su fundación
por los españoles. Sigue teniendo un aire inequívocamente español, y si no
fuera por los turistas que la visitan, parecería que el tiempo se hubiera
detenido en 1850, momento álgido de la industria azucarera, cuando se amasaron
enormes fortunas en esta ciudad y, sobre todo, en el contiguo Valle de los
Ingenios. Se ve en las ilustres mansiones coloniales y en la elegancia de sus
calles. Trinidad es como un museo al aire libre, pero no hay que olvidar que
también está rodeada de maravillas naturales; desde playas increíbles, como la
de Ancón, hasta sierras, como la del Escambray, un verde territorio de
aventura.
Para empaparse de la historia y el paisaje se puede hacer una excursión a
caballo de varios días por el Valle de los Ingenios, ubicado a 8 kilómetros al
este de Trinidad. Aquí se mantienen las ruinas de numerosos complejos
azucareros del siglo XIX, que incluyen almacenes, maquinaria, barracones de
esclavos, casas señoriales y hasta un tren de vapor en funcionamiento.
Declarado patrimonio mundial por la Unesco, sus bucólicos prados, palmeras
reales y desconchadas ruinas coloniales forman un bellísimo cuadro que se
aprecia estupendamente en este tipo de circuitos, entre cuyas paradas
obligatorias está el Mirador de la Loma del Puerto, en la carretera a Sancti
Spiritus, que brinda la mejor vista panorámica del valle e incluso, con un poco
de suerte, del tren de vapor que lo cruza.
Las rutas a caballo están organizadas, entre otros, por el Centro Ecuestre
Diana de Trinidad.
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