En la capital de Cuba son abundantes los lugares donde se pueden degustar comidas y sabores diversos. Menús típicos surgen en cualquier espacio haciendo gala de su presencia por toda la ciudad. Los más comunes: los de comida cubana, aunque la internacional le sigue de cerca para satisfacer los gustos menos atrevidos. Entre todos ellos, discretos pero con personalidad desde el sabor, los de comida japonesa van imponiendo costumbres y cultura del paladar.
Desde Casa Castellón te traigo unas propuestas que tienen en común la preparación de sushi. Son tres restaurantes donde los modos de elaborar, de presentar y de sorprender al comensal rebosan de creatividad y empeño. Un alto en la cocina que muchos agradecerán. Un singular modo de encontrar otros caminos para degustar las diversas gastronomías que dan sabor a La Habana.
Al oeste de la capital, en un pequeño pueblo de pescadores un restaurante de comida marinera seduce a cuanto visitante se dispone a probarla. En el pequeño muelle están las mesas. Allí atracado, el barco donde ser pescan las delicias que se ofertan cada día.
La decoración muestra todo cuanto caracteriza al mar. Por eso es fácil sentirse cómodo en Santy. El ambiente está creado y por todas partes hay estímulos que motivan a degustar sus propuestas. La bandeja de sushis es formidable: la combinación es atractiva y el sabor único. El ceviche es muy demandado, bien cocido en el ácido y acompañado de rodajas de pan en perfecto complemento. Los mariscos y el pescado son los platos más solicitados y sobresalen por su frescura y excelente cocción.
Comer en Santy es una bendición no solo por la excelencia de sus platos, sino por el conjunto de todos los elementos que confabulan para su consagración. Si decide visitarlo, escoja el horario de la tarde. En medio de la exquisitez de la comida, una puesta de sol coronará la visita como única e irrepetible.
PP's Teppanyaki
Ubicado en el barrio del Vedado, este pequeño lugar apuesta por recrear las costumbres culinarias japonesas. Se halla en el tercer piso de un edificio racionalista, justo en la céntrica esquina de la calle M y 21. En su interior: la plancha donde los cocineros acceden a revelar el secreto de su comida. A su alrededor, los comensales ansiosos por degustar la delicias de los más conocidos platos venidos desde el lejano país insular.
A esa conocida distribución, adoptada por muchos restaurantes de comida japonesa, se le conoce como Teppanyaki. Las ofertas son bien interesantes, sobre todo para variar el tipo de comida. El sushi es fresco y muy bueno. Recomiendo el de salmón y queso brie, donde la suave textura y el sabor delicado de este último marida perfectamente con el pescado.
Muy recomendados también el Ebi roll por la tempura de camarón al wasabi; el Gunkanmaki por la posibilidad de elegir el alga de relleno y el Tataki, sobre todo el de atún natural. Una opción diferente para quienes prefieren probar de todo.
Crepe Sayu
Crepe y comida japonesa en la Habana Vieja, justo en la calle Aguacate y Obrapía. ¿Qué lo diferencia del resto? El negocio va de la mano de una mujer japonesa, Sayuri Yoshida. Quien mejor para conocer de los sabores, de la mezcla, de los ingredientes a utilizar en cada oferta. Su adecuación a las características de Cuba, a los productos encontrados la han convertido en uno de los lugares más visitados por su originalidad.
Hay ofertas novedosas como las croquetas de boniato o korokke y los más diversos crepes rellenos con cerdo, pescado o camarón. Su limonada frappé es oportuna para amenizar la espera de los pedidos. Pero el sushi es uno de los platos más demandados.
Quizás porque ingredientes cubanos como el arroz y el pescado son combinados con el wasabi, los condimentos y las algas traídos desde Japón. Un digno ejemplo de transculturación en la cocina, donde se fusionan elementos de ambas, para dar lugar a un sabor singular.
Visitarlos y probar
Pequeños, alejados, osados pero perfectos, estos sitios matizan la culinaria, hecha en La Habana, con esa pincelada japonesa que seduce a muchos. La calidad y presentación de estos alimentos demuestran el respeto por una tradición milenaria. Probarlos es una experiencia que enriquece paladares y culturas. Una excelente manera de acercarse a una antigua tradición desde la mirada contemporánea.
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